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miércoles, 30 de noviembre de 2011

La debacle del PRD


Listin Diario

Nelson Guillén
La alegría que hasta hace poco tiempo mostraban los rostros de los dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano ha desaparecido.
Ahora, la situación es otra. Ya no es posible ocultar la depresión ansiosa que les ocasiona a muchos de sus miembros la transformación que ha registrado el mercado electoral: situación que podría provocarles graves padecimientos neurológicos o severas cardiopatías, a consecuencia del incremento de su presión arterial.
Cuando usted está sometido a prolongados e intensos períodos de estrés, no es fácil reír. Los músculos del rostro se contraen y en vez de una sonrisa espontánea, lo que exhibe es una mueca que aterra, lo mismo si le hacen un chiste bueno que si le muestran una encuesta que circunstancialmente le favorece, pero cuyos resultados usted sabe que lo están condenando, inexorablemente, a recibir “la quinta pela”.
La situación de ese sector del PRD es más grave porque su candidato presidencial no le da tranquilidad. Todo lo contrario, le aporta un elemento adicional de preocupación que, a seis meses de las elecciones, le garantiza a sus seguidores muchos sufrimientos.
No son pocos los dirigentes perredeístas que no se acuestan hasta que concluye el último noticiario que se transmite en la televisión dominicana para ver en qué desaguisado pudo haber incurrido su candidato presidencial.
Y, lo que es peor: no pueden conciliar el sueño pensando en que el hombre pudo haber dado a los periódicos de la mañana algunas declaraciones tremendistas que, comenzando el día, se conviertan en una fuente adicional de angustias.
Vivir en ese estado permanente de intranquilidad, podría resultar letal para la salud humana y para la vida de una organización política que, como dijo el profesor Juan Bosch hace 39 años, “hace tiempo que cumplió su misión histórica”.
No se puede ignorar que en un momento de nuestra historia contemporánea, el PRD jugó un papel trascendental en la lucha por la libertad y por el fortalecimiento de las instituciones democráticas de la nación.
Naturalmente, eran otros tiempos, otros sus dirigentes y, en consecuencia, otro PRD.
El PRD actual carece de un liderazgo eficiente. Una simple ojeada a su abultada nómina dirigencial arroja un gran déficit de mentes iluminadas, capaces de trazar una estrategia clara, una táctica correcta, y de movilizar con autoridad y en forma disciplinada a las bases de la organización.
Hasta el momento, ni la dirección del PRD ni su candidato han encontrado una fórmula efectiva que garantice su unidad.
En el PLD las cosas son diferentes. Está monolíticamente unido, guiado por su presidente, que, por demás, es presidente de la República; tiene un comité político con autoridad, respetado por su militancia, en el que conviven viejas y nuevas generaciones de discípulos de su fundador, el profesor Juan Bosch, y que tiene el mérito de propinarle al PRD las cuatro derrotas que ha sufrido en los últimos procesos electorales celebrados en el país.
Su candidato no incurre en pifias. Honesto, Inteligente, bien formado, síquicamente estable y emocionalmente maduro, solidario, estudioso de los problemas nacionales, amigo de escuchar, de sólida vocación democrática pero firme de carácter, rodeado de técnicos exitosos, y armado con un proyecto de nación perfectamente concebido.
Con las turbulencias que están afectando al PRD, con un candidato sin propuestas relevantes, marcado por una gestión gubernamental que aterra, y con la situación económica del país en franca mejoría, Danilo Medina se encamina a pasos agigantados hacia la victoria, para evitar que los vientos del huracán Hipólito Mejía vuelvan a devastar la estabilidad económica, política y social que hoy existe en la República Dominicana.

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