EL EFECTOLa situación que se da en el Comando Central se reproduce en las regiones y, por efecto dominó, el disgusto se extiende de arriba hacia abajo. Dicen en las bases que si eso es con los grandes ¿qué será con los chiquitos? Igual aprecian que si los jefes de campaña de Hipólito Mejía son tacaños en el reparto de tareas ¿cómo serán con los cargos del futuro gobierno? Hubo compañeros que sin agacharse dejaron ver el refajo. El propio Mejía parece enterado de la situación, del descontento, pues en sus intervenciones insiste en que hay que cumplir con el protocolo de integración. Pero él, tal vez sin advertirlo, ha contribuido a agravar el problema.
Por ejemplo, a la gente de Miguel Vargas le corresponde el puesto de director ejecutivo. Sin embargo, se habla de una carta con su firma en que designa director ejecutivo a Luly Cabrera, un dirigente cercano a Guido Gómez Mazara. Esto es, que sus seguidores están apoderándose de posiciones que por protocolo pertenecen al sector que lo adversó en la consulta de marzo…
SIN DECIRLE
Si los comandos de campaña no estaban creados, e Hipólito Mejía no podía juramentarlos como era propio que hiciera en su visita ¿por qué su gente dejó que fuera sin advertirlo de las dificultades? La situación ahora es peor que antes, puesto que conocedor de la realidad está obligado a tomar medidas que –en cierto modo– serían improvisadas. Sobre la marcha. Incluso, tendría que pasarles por arriba a sus dirigentes. Los que batieron el cobre y ganaron la pelea. El protocolo es uno de los tantos disparates que inventan los perredeístas para que funcione su democracia interna, pero obviamente la integración es necesaria. Se puede triunfar sobre una parte del partido con el apoyo de la otra, pero nunca imponerse en unas elecciones nacionales contando con una facción, aunque sea mayoritaria.
Oficiosamente se está hablando de que a consecuencia de los inconvenientes, el coordinador José Peralta Placencia sería reemplazado por un dirigente cuyo perfil se asemeja a Luis Eludis Pérez, a quien se creía en desgracia con Mejía, pero que fue quien dirigió en Nueva York en la campaña del 2000…
EL DESIGNADO
El remedio de Luis Eludis Pérez podría ser peor que la enfermedad, puesto que si estaba en desgracia con el candidato Mejía, que se encontraba a muchos kilómetros, con más razón con sus otros seguidores en Nueva York. La cercanía y el día a día avivan o profundizan las discordias. ¿Cómo hacerlo jefe, pues? ¿Cómo darle la mayor porción del pastel a quien no trabajó con la dedicación y el entusiasmo de quienes nunca abandonaron el barco? El sectarismo es malo, pero en este caso sería provocado. Los hipolitistas no olvidan que Pérez fue cónsul allá, y de volver a ser el principal responsable de la campaña, nadie cree que aspire a menos, o que pueda tocarle una posición de rango bajo. El problema es serio, pues ni siquiera Miguel Vargas, en caso de que quisiera, podría aconsejar a los suyos que se integren, sin resabios o exigir algo a cambio. Ofrecer migajas es una humillación, pero igual no reconocer méritos de grupo o de partido. No son pocos los dirigentes de Mejía que dejan sin alternativa a los de Vargas: “Ustedes perdieron…”
COMESOLOS
Lo mejor de todo es que los seguidores de Miguel Vargas califican por lo bajo de “comesolos” a los de Hipólito Mejía, y esa acusación debe doler al candidato, pues la usa muy frecuentemente para descalificar a los peledeìstas. Ahora, los MVP tienen razón: los PPH no creen en la fórmula que promovía José Francisco Peña Gómez de gobierno compartido. Se quejan de que en ninguna de las actividades dieron participación a miembros del equipo perdedor. La cena de gala, por ejemplo. Nadie se recordó de la secretaria general, que pudo ocupar un asiento en la mesa principal porque Sergio Grullón le cedió el suyo y se fue. Los disgustos ahí fueron mayores, pues fue pagando, y teniendo en cuenta la crisis, demasiado. Hubo compañeros que se fueron sin haber visto de cerca y mucho menos hablado con el “presidente”. la comida por igual fue mala, y muchos lamentaban haber dado ciento cincuenta dólares por un mulo de pollo. Los organizadores quisieron quedarse con lo recaudado y buscaron un local en pleno Harlem. Al dominicano, por lo visto, no le gusta la sazón de esos morenos americanos. Y tan bueno que cocinan donde Caridad…
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