La convención que celebra hoy el Partido de la Liberación Dominicana no es un evento cualquiera dentro de la cultura política dominicana, es un hito eximio llamado a proveer al país del inicio de un proceso de transparencia politica que muchos hemos añorado para este país desde viejos tiempos.
Eliminar el continuismo, que es lo mismo que dejar a un lado la vieja y malsana práctica del clientelismo mediante el uso ilegal de los recursos del Estado, debe ser la base de le legalidad pública y, por tanto, el uso ético de los fondos del Estado.
La vida institucional dominicana ha sido constantemente distorsionada por los abanderados de la corrupción que se valen con afirmaciones baladíes relativas a la “salvación del país” o la continuación del alegado “progreso”, o el parloteo de “la revolución sin sangre” solo para disfrutar privilegios onerosos en contra de la oposición y contrarios a los objetivos cruciales para el presente y futuro del país como la educación, la libertad y el verdadero progreso económico.
Desde que mataron en 1911 al presidente Ramón Cáceres la nación dominicana –ya lo he dicho antes- trastabilló en lo esencial en la salud del comportamiento de la sociedad.
Eso explica las quejas de muchos intelectuales de principios del siglo pasado atribuyéndole a las debilidades –y hasta a su raza- de la sociedad dominicana la responsabilidad de la ambición de los líderes y cuadros politicos.
Desde la muerte de Ramón Cáceres el país vivió los horrores de una revolución, el desquiciamiento de un pavoroso lapso de regimenes débiles a inestables y la vergu¨enza de una intervención extranjera por ocho largos años.
Pese a sus defectos el gobierno de Horacio Vásquez se sostuvo respetando las libertades, pero en el 1928 alegó que había sido elegido por seis años, en base a la constitución de principios de siglo y no por cuatro años.
Esto produjo una crisis que llegó a la renuncia del vicepresidente Velasquez.
Ese escenario fue el caldo de cultivo para que se descontrolara la ambición y que desde Santiago surgiera el Movimiento Cívico que Trujillo, – traicionando a Vásquez- aprovecha y manipula para destituirlo y lograr ascender al cenit de la política nacional.
No ha sido el pueblo el culpable de estas horribles veleidades, sino la angurria de quienes decían defenderlo.
Las Convención peledeista de hoy cierra el círculo -eso esperramospara erradicar esa escuela infernal y criminal del continuismo y el subterfugio de dos millones de firmas obviamente cuestionables.
Los alabarderos podrán hacerlo de nuevo –nadie se lo va a impedir- pero esta vez tendrán que hacerlo gratis, y esa no es la idea, sino el lucro.
Lugo y Francisco Moscoso Puello tendrían que revisar sus opiniones sobre la composición social del pueblo dominicano, porque si bien estas buenas personas fueron manipulados por intereses creados, tendrán que admitir que muchas voluntades se levantaron para enderezar el rumbo del país. Es claro que la sociedad de hoy superó sus temores y vaticinios eliminando la reelección, el clientelismo y la consecuente corrupción.
La convención de hoy del PLD dará a luz esta nueva vida y quien cuidará de la criatura será el licenciado Danilo Medina, seguro ganador de la Convención y, desde luego, candidato presidencial con amplias posibilidades de ser el próximo presidente de la Repúnlica a partir del 16 de agosto del próximo año.
Las artimañas expresadas en slogans de “mandatario insustituible” o “sólo con él se gana” quedarán sepultadas en el fondo del estercolero nauseabundo de la historia.
A lo que aspiramos es a que cada cuatro años el pueblo elija a un Nuevo hombre que goce de la moralidad y la entereza necesarias como para ni siquiera imaginar escamotear el poder y prertender continuar olvidando los compromisos cívicos ante el país.
Por más que le duela a quienes hablan de “el mejor activo”, comprenda que el Estado y la presidencia de la República están hechas para servir al pueblo dominicano y no jugar con prebendas y el famoso clientelismo denigrante y enemigo del verdadero progreso.
Quienes hemos luchado por la institucionalidad y la transparencia sin máculas del país, aspiramos con entereza que el sueño se convierte en suprema realidad. No hay de otra.
Eliminar el continuismo, que es lo mismo que dejar a un lado la vieja y malsana práctica del clientelismo mediante el uso ilegal de los recursos del Estado, debe ser la base de le legalidad pública y, por tanto, el uso ético de los fondos del Estado.
La vida institucional dominicana ha sido constantemente distorsionada por los abanderados de la corrupción que se valen con afirmaciones baladíes relativas a la “salvación del país” o la continuación del alegado “progreso”, o el parloteo de “la revolución sin sangre” solo para disfrutar privilegios onerosos en contra de la oposición y contrarios a los objetivos cruciales para el presente y futuro del país como la educación, la libertad y el verdadero progreso económico.
Desde que mataron en 1911 al presidente Ramón Cáceres la nación dominicana –ya lo he dicho antes- trastabilló en lo esencial en la salud del comportamiento de la sociedad.
Eso explica las quejas de muchos intelectuales de principios del siglo pasado atribuyéndole a las debilidades –y hasta a su raza- de la sociedad dominicana la responsabilidad de la ambición de los líderes y cuadros politicos.
Desde la muerte de Ramón Cáceres el país vivió los horrores de una revolución, el desquiciamiento de un pavoroso lapso de regimenes débiles a inestables y la vergu¨enza de una intervención extranjera por ocho largos años.
Pese a sus defectos el gobierno de Horacio Vásquez se sostuvo respetando las libertades, pero en el 1928 alegó que había sido elegido por seis años, en base a la constitución de principios de siglo y no por cuatro años.
Esto produjo una crisis que llegó a la renuncia del vicepresidente Velasquez.
Ese escenario fue el caldo de cultivo para que se descontrolara la ambición y que desde Santiago surgiera el Movimiento Cívico que Trujillo, – traicionando a Vásquez- aprovecha y manipula para destituirlo y lograr ascender al cenit de la política nacional.
No ha sido el pueblo el culpable de estas horribles veleidades, sino la angurria de quienes decían defenderlo.
Las Convención peledeista de hoy cierra el círculo -eso esperramospara erradicar esa escuela infernal y criminal del continuismo y el subterfugio de dos millones de firmas obviamente cuestionables.
Los alabarderos podrán hacerlo de nuevo –nadie se lo va a impedir- pero esta vez tendrán que hacerlo gratis, y esa no es la idea, sino el lucro.
Lugo y Francisco Moscoso Puello tendrían que revisar sus opiniones sobre la composición social del pueblo dominicano, porque si bien estas buenas personas fueron manipulados por intereses creados, tendrán que admitir que muchas voluntades se levantaron para enderezar el rumbo del país. Es claro que la sociedad de hoy superó sus temores y vaticinios eliminando la reelección, el clientelismo y la consecuente corrupción.
La convención de hoy del PLD dará a luz esta nueva vida y quien cuidará de la criatura será el licenciado Danilo Medina, seguro ganador de la Convención y, desde luego, candidato presidencial con amplias posibilidades de ser el próximo presidente de la Repúnlica a partir del 16 de agosto del próximo año.
Las artimañas expresadas en slogans de “mandatario insustituible” o “sólo con él se gana” quedarán sepultadas en el fondo del estercolero nauseabundo de la historia.
A lo que aspiramos es a que cada cuatro años el pueblo elija a un Nuevo hombre que goce de la moralidad y la entereza necesarias como para ni siquiera imaginar escamotear el poder y prertender continuar olvidando los compromisos cívicos ante el país.
Por más que le duela a quienes hablan de “el mejor activo”, comprenda que el Estado y la presidencia de la República están hechas para servir al pueblo dominicano y no jugar con prebendas y el famoso clientelismo denigrante y enemigo del verdadero progreso.
Quienes hemos luchado por la institucionalidad y la transparencia sin máculas del país, aspiramos con entereza que el sueño se convierte en suprema realidad. No hay de otra.
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