NO HABÍA
Era que como se dice no había de otra. Danilo Medina se impuso en la lucha interna del PLD, primero`,porque hizo el trabajo, y lo hizo durante buen tiempo, y segundo, porque es la sucesión natural ñe indiscutibleñ en un partido en que los liderazgos no se producen por acto de magia. Se le criticó que en la ocasión anterior (2007) forzara la circunstancia, que no midiera sus posibilidades y no se apeara del tigre usando un estribo. Que lo hiciera como un poseso sometido a exorcismo echando maldiciones por la boca. Bien. Aprendió la lección, “corrigió lo que estuvo mal hecho ” y en su contrición recordó el Sermón de la Montaña: “Öbienaventurados los mansos, porque heredarán la tierraÖ”. Ni más ni menos. El grito de sus partidarios fue consecuencia de ese nuevo estado de ánimo: “¡Ahora es!”. Y ahora fue, por lo menos en lo que se refiere a la candidatura de su partido. Incluso, los resultados superaron las expectativas, pues los suyos esperaban mucho a poco, pero no que alcanzara el 87%. La candidatura llega a sus manos más que por derecho propio, como un designio. Casi por aclamación...
LA EXPERIENCIA
Muchos criticaron ese espíritu manso y quisieron verlo con la espada en la mano o como un demonio lanzando fuego a diestra y siniestra. No provocó, ni dejó que lo provocaran, y ejerció sobre sus seguidores un control que resultaba impensable. Quienes conocen el talante de algunos saben que no es fácil impedir imprudencias de, por ejemplo, Carlos Amarante Baret, Charlie Mariotti y Wilton Guerrero. Además de sus voceros oficiosos en los medios. Confió en que el presidente Leonel Fernández no haría desacato, de que cumpliría los compromisos y se entregaría más tarde o más temprano. No había que llamarlo al orden, pues cada cual conoce sus responsabilidades. Incluso, había que dejar espacio para que pudiera maniobrar o por sí mismo o ante la fiereza de sus fanáticos. Ahora que vivió la experiencia de su recogimiento, que vio como impidió que la Primera Dama desbordara los límites, que impuso a sí mismo y a su gente una neutralidad comprobable y llegara a tiempo de su largo viaje para votar, se da cuenta de que la paciencia y la prudencia valieron la pena...
EL MISTERIO
La verdad que la tenacidad de José Tomás Pérez, Radhamés Segura y Francisco Domínguez Brito, intrigaba. Nadie sabía ni sospechaba con qué apoyos secretos contaban para mantener sus candidaturas contra viento y marea, a pesar de que aspirantes con posicionamiento de poder más efectivo, como el vicepresidente Rafael Alburquerque, la primera dama Margarita Cedeño de Fernández y el ex ministro Franklyn Almeyda, se habían rendido. Las firmas que hacían sus encuestas, a juicio de observadores, les estaban hablando mentira, cuando no robando el dinero, pues, al parecer, los convencían de realidades imposibles. Que no podían darse ni siquiera con conjuro. Por ejemplo, creyeron los tres que podían forzar una segunda vuelta, y que uno apoyado por los otros dos salir airoso frente a Danilo Medina. Los resultados del pasado domingo los dejan mal parados. No fueron candidatos ecuánimes, capaces de controlarse a sí mismos, sino que se dejaron atrapar en una burbuja de ensueños y delirio, o como Alicia por un espejo, en una historia posterior del propio Lewis Carrol...
CADA CUAL
Lo del plebiscito fue por la misma dirección, aunque hay que reconocer que fue un buen intento. José Tomás Pérez creyó que postular el No lo convertía en un abanderado de las bases, y que estas responderían votando a favor de su candidatura. No sucedió así, y no lo fue porque había un compromiso de la alta dirección con el Sí. Segura, por ejemplo, se decidió por el Sí, aunque dejando a sus seguidores en libertad de marcar una casilla o la otra. Incluso, cuando sufragó mostró las dos boletas, de manera que la prensa y el público vieran que tachó su foto en una y el Sí en la otra. Es decir, que no faltó a su organismo. No fue traidor a su propia causa. Cuando se suman las puntuaciones de los tres (Pérez, Segura y Domínguez) y se comparan con la del No, queda claro que cada razón tenía su propio destino y que en ningún momento se asociaron en una comunidad de intereses. Cada votante decidió según su particular discernimiento y sin atender línea. Ese 33% puede alegrar a muchos peledeístas que consideran la política un juego, pero no sirve de instrumento para nada...
Era que como se dice no había de otra. Danilo Medina se impuso en la lucha interna del PLD, primero`,porque hizo el trabajo, y lo hizo durante buen tiempo, y segundo, porque es la sucesión natural ñe indiscutibleñ en un partido en que los liderazgos no se producen por acto de magia. Se le criticó que en la ocasión anterior (2007) forzara la circunstancia, que no midiera sus posibilidades y no se apeara del tigre usando un estribo. Que lo hiciera como un poseso sometido a exorcismo echando maldiciones por la boca. Bien. Aprendió la lección, “corrigió lo que estuvo mal hecho ” y en su contrición recordó el Sermón de la Montaña: “Öbienaventurados los mansos, porque heredarán la tierraÖ”. Ni más ni menos. El grito de sus partidarios fue consecuencia de ese nuevo estado de ánimo: “¡Ahora es!”. Y ahora fue, por lo menos en lo que se refiere a la candidatura de su partido. Incluso, los resultados superaron las expectativas, pues los suyos esperaban mucho a poco, pero no que alcanzara el 87%. La candidatura llega a sus manos más que por derecho propio, como un designio. Casi por aclamación...
LA EXPERIENCIA
Muchos criticaron ese espíritu manso y quisieron verlo con la espada en la mano o como un demonio lanzando fuego a diestra y siniestra. No provocó, ni dejó que lo provocaran, y ejerció sobre sus seguidores un control que resultaba impensable. Quienes conocen el talante de algunos saben que no es fácil impedir imprudencias de, por ejemplo, Carlos Amarante Baret, Charlie Mariotti y Wilton Guerrero. Además de sus voceros oficiosos en los medios. Confió en que el presidente Leonel Fernández no haría desacato, de que cumpliría los compromisos y se entregaría más tarde o más temprano. No había que llamarlo al orden, pues cada cual conoce sus responsabilidades. Incluso, había que dejar espacio para que pudiera maniobrar o por sí mismo o ante la fiereza de sus fanáticos. Ahora que vivió la experiencia de su recogimiento, que vio como impidió que la Primera Dama desbordara los límites, que impuso a sí mismo y a su gente una neutralidad comprobable y llegara a tiempo de su largo viaje para votar, se da cuenta de que la paciencia y la prudencia valieron la pena...
EL MISTERIO
La verdad que la tenacidad de José Tomás Pérez, Radhamés Segura y Francisco Domínguez Brito, intrigaba. Nadie sabía ni sospechaba con qué apoyos secretos contaban para mantener sus candidaturas contra viento y marea, a pesar de que aspirantes con posicionamiento de poder más efectivo, como el vicepresidente Rafael Alburquerque, la primera dama Margarita Cedeño de Fernández y el ex ministro Franklyn Almeyda, se habían rendido. Las firmas que hacían sus encuestas, a juicio de observadores, les estaban hablando mentira, cuando no robando el dinero, pues, al parecer, los convencían de realidades imposibles. Que no podían darse ni siquiera con conjuro. Por ejemplo, creyeron los tres que podían forzar una segunda vuelta, y que uno apoyado por los otros dos salir airoso frente a Danilo Medina. Los resultados del pasado domingo los dejan mal parados. No fueron candidatos ecuánimes, capaces de controlarse a sí mismos, sino que se dejaron atrapar en una burbuja de ensueños y delirio, o como Alicia por un espejo, en una historia posterior del propio Lewis Carrol...
CADA CUAL
Lo del plebiscito fue por la misma dirección, aunque hay que reconocer que fue un buen intento. José Tomás Pérez creyó que postular el No lo convertía en un abanderado de las bases, y que estas responderían votando a favor de su candidatura. No sucedió así, y no lo fue porque había un compromiso de la alta dirección con el Sí. Segura, por ejemplo, se decidió por el Sí, aunque dejando a sus seguidores en libertad de marcar una casilla o la otra. Incluso, cuando sufragó mostró las dos boletas, de manera que la prensa y el público vieran que tachó su foto en una y el Sí en la otra. Es decir, que no faltó a su organismo. No fue traidor a su propia causa. Cuando se suman las puntuaciones de los tres (Pérez, Segura y Domínguez) y se comparan con la del No, queda claro que cada razón tenía su propio destino y que en ningún momento se asociaron en una comunidad de intereses. Cada votante decidió según su particular discernimiento y sin atender línea. Ese 33% puede alegrar a muchos peledeístas que consideran la política un juego, pero no sirve de instrumento para nada...
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