Hubo en Paraguay ilusiones de cambio cuando en 1989 el dictador Stroessner fue sacado del poder, pero resultó que los golpistas lo que procuraban era mantener el stronismo sin el hombre fuerte, pues las estructuras de poder no estaban en riesgo y a lo que más se aspiraba para dar la sensación de que las cuestiones serían diferentes, no rebasaban el esquema de una simple apertura cubierta de un caricaturesco antifaz pseudodemocrático. Y es que, molestos por miedo a una sucesión familiar y rumores que daban cuenta de retiros a militares activos e infl uyentes, los uniformados dieron el zarpazo anunciado que lo hacían para recuperar la unidad del Partido Colorado, restaurar la dignidad de las Fuerzas Armadas, dar inicio a un proceso de democratización; respeto a los derechos humanos y defensa de la religión católica. En la justifi cación para el golpe, se encontraban las señales que mostraban la inclinación de los golpistas por mantener el viejo juego de poder, ya que unifi car al Partido Colorado, era fortalecer el instrumento político de la dictadura; recuperar la dignidad de unas fuerzas armadas que tenían años reprimiendo a la población y defender la religión católica, en un claro atentado contra la libertad de culto y religión, implicaban una negación al llamado inicio de un proceso de democratización.
El cambio estaba evidentemente pospuesto. Pero llegaría porque a partir del momento en que se produjo el golpe, en el mundo se comenzaron a suceder acontecimientos que devendrían en la desaparición de la Guerra Fría y el consecuente cambio en la política exterior estadounidense, que comenzó a preferir regímenes cada vez más democráticos y gobernables, ya que en el nuevo esquema económico que a nivel mundial se diseñaba, los países con democracias formales serían más útiles, en razón de que bajo esta plataforma las naciones poderosas, lideradas por ellos y las grandes transnacionales, tendrían mejores condiciones para la prosperidad de sus negocios.
El post-stronismo marcado por la nueva realidad del entorno internacional y la que se fue presentando en el propio Paraguay por el hastío estresante que provocaba la exclusión, marcó quizá el inicio hacia un proceso de transición que culminó en Fernando Lugo, instrumento que, no solo las fuerzas sociales excluídas sino incluso sectores conservadores, se agenciaron para comenzar los procesos de cambio que no cuajaron tras el golpe de 1989.
En el caso paraguayo como en los demás países del continente en que la izquierda democrática ha conquistado el poder mediante el voto popular, fue determinante el papel que jugaron las políticas neoliberales en profundizar las desigualdades sociales, deteriorar las condiciones materiales de existencia de las grandes mayorías y provocar las frustraciones que han volcado a América Latina hacia gobiernos que tienen como objetivo equilibrar la balanza de las riquezas para llevar bienestar a todos.
El cambio estaba evidentemente pospuesto. Pero llegaría porque a partir del momento en que se produjo el golpe, en el mundo se comenzaron a suceder acontecimientos que devendrían en la desaparición de la Guerra Fría y el consecuente cambio en la política exterior estadounidense, que comenzó a preferir regímenes cada vez más democráticos y gobernables, ya que en el nuevo esquema económico que a nivel mundial se diseñaba, los países con democracias formales serían más útiles, en razón de que bajo esta plataforma las naciones poderosas, lideradas por ellos y las grandes transnacionales, tendrían mejores condiciones para la prosperidad de sus negocios.
El post-stronismo marcado por la nueva realidad del entorno internacional y la que se fue presentando en el propio Paraguay por el hastío estresante que provocaba la exclusión, marcó quizá el inicio hacia un proceso de transición que culminó en Fernando Lugo, instrumento que, no solo las fuerzas sociales excluídas sino incluso sectores conservadores, se agenciaron para comenzar los procesos de cambio que no cuajaron tras el golpe de 1989.
En el caso paraguayo como en los demás países del continente en que la izquierda democrática ha conquistado el poder mediante el voto popular, fue determinante el papel que jugaron las políticas neoliberales en profundizar las desigualdades sociales, deteriorar las condiciones materiales de existencia de las grandes mayorías y provocar las frustraciones que han volcado a América Latina hacia gobiernos que tienen como objetivo equilibrar la balanza de las riquezas para llevar bienestar a todos.
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